viernes, 3 de octubre de 2014

Hacia el Padre, por Mons. E. Guerry (I de VI)

   Nota del Blog: Presentamos el prólogo de esta preciosa obrita tan alabada y citada por Straubinger. Es un libro de hermosas meditaciones del cual sólo publicaremos el prólogo, riquísimo en contenido teológico, y una o dos meditaciones por vía de ejemplo.

Mons. E. Guerry
HOMENAJE AL PADRE

PADRE, que manifestaste tu amor para con nosotros enviando a tu Hijo al mundo a fin de que viviésemos por El;[1]

Padre, que nos predestinaste a ser hijos tuyos adoptivos por medio de Jesucristo, por causa de tu amor;[2]

Padre, que nos amaste hasta querer hacer de nosotros verdaderamente tus hijos;[3]

Padre, que enviaste a nuestros corazones el Espíritu de tu Hijo, el cual nos hace clamar hacia Ti: ¡Padre!;[4]

Padre, que nos colmaste en Cristo de toda suerte de bendiciones espirituales;[5]

Padre, que nos escogiste antes de la creación del mundo, para ser santos y sin mancha en tu presencia por el amor;[6]

Padre, que nos arrancaste a la potestad de las tinieblas para trasladarnos al reino de tu Hijo muy amado;[7]

Padre, que nos hiciste capaces de tener parte en la herencia de los santos en la luz;[8]

Padre, que nos amaste y nos diste con tu gracia el consuelo eterno y la esperanza;[9]

Padre de Jesús, que según tu gran misericordia nos regeneraste por la resurrección de Jesucristo para una viva esperanza;[10]

Padre de las misericordias y Dios de toda consolación;[11]

Padre, que haces nacer el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores;[12]

Padre, que a nadie juzgas, sino que todo el poder de juzgar lo diste al Hijo;[13]

Padre, que tienes en Tí mismo la vida y diste al Hijo el tener la vida en Sí mismo;[14]

Padre, que enviaste a tu Hijo, Jesús, para que todos los que lo ven y creen en Él tengan vida eterna;[15]

Padre de Jesús, que nos das el verdadero pan del cielo;[16]

Padre, que ves en el secreto de nuestras almas;[17]

Padre, que conoces todas nuestras necesidades;[18]

Padre, que alimentas a las aves del cielo y vistes los lirios del campo;[19]

Padre, sin cuya disposición no cae en tierra un solo pajarillo;[20]

Padre, Señor del Cielo y de la tierra, que tienes encubiertas estas cosas a los sabios y a los prudentes del siglo, pero las revelas a los pequeños;[21]

Padre, que buscas adoradores en espíritu y en verdad;[22]

Padre de Jesús, de quien proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra;[23]

Padre de todos los hombres, que estás por encima de todos;[24]

Padre de las luces, de quien desciende toda dádiva preciosa y todo don perfecto;[25]

Padre, en quien no cabe mudanza, ni sombra de variación;[26]

Yo te ofrezco,
en testimonio de mi filial ternura,
estas pobres páginas de meditación,
extraídas del Corazón adorable de tu Divino Hijo,
bajo la luz de tu Espíritu de Amor.

E. Guerry.




INTRODUCCIÓN

LA DEVOCIÓN AL PADRE - SU OPORTUNIDAD - SU VALOR DOCTRINAL

La devoción al Padre fué la de Jesús. ¿Cómo no habría de ser también la nuestra? Es la que el Divino Salvador nos enseñó en la única oración compuesta por El para nosotros.
Sabemos, por el Evangelio, que hablaba constantemente de su Padre a sus apóstoles.
Cabe preguntar, a pesar de todo esto: Para muchos cristianos de hoy, ¿es acaso el Padre una persona viva?
Las más de las veces no experimentan con respecto a El sino un solo sentimiento: el del temor. No se atreven a acercarse a Él.
Sin duda se admite fácilmente, entre los atributos de Dios, la paternidad. Mas para muchos no se trata sino de una metáfora o una abstracción. Ahora bien: el culto de la Iglesia no se dirige a un atributo abstracto; sube hacia una Persona. Así también toda la liturgia de la Misa, nos invita a elevar nuestras almas hacia el Padre, y a ofrecernos a Él en unión con su Hijo muy amado, dirigiéndole nuestras súplicas "por medio de Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con El, en la unidad del Espíritu Santo".
Toda plegaria católica, dice un eminente liturgista (Dom Cabrol, La prière antique, cap. 19, pág. 262)[27], es ofrecida al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo.
Podemos estar pues, bien seguros de no dejarnos llevar por un espíritu innovador, cuando pregonamos una devoción tan sólida como ésta, que sólo puede parecer nueva en nuestro tiempo a los que la hubiesen olvidado. Uno de los estímulos que se presentan para hacerlo son los efectos notables de purificación y santificación que produce en las almas, como lo han comprobado con satisfacción los predicadores y directores de almas que la han venido extendiendo. Parece que hubiere en hacerlo una gracia especial. ¿Por qué?
Primeramente, porque extender esta devoción es continuar la obra misma de Jesús. Antes de la venida del Verbo, Dios era ya conocido, mas no lo era como Padre. La misión esencial de Jesús fué revelar al mundo que Dios era su Padre y también el nuestro. Al dar a conocer a los hombres, que lo ignoraban, este prodigioso misterio del Amor Infinito, continuamos por lo tanto, lo que Cristo llamó "su obra". Sus bendiciones son para su obra.
Además, ¿no será acaso oportuno investigar las razones providenciales por las cuales nuestra época parece estar mejor preparada que otras, para el mensaje divino de Cristo acerca de su Padre?





[1] I Juan, 4, 9.

[2] Ef., 1, 5.

[3] I Juan, 3, 1.

[4] Gál., 4, 6.

[5] Ef., 1, 3.

[6] Ef., 1, 4.

[7] Col., 1, 13.

[8] Col., 1, 12.

[9] II Tesal., 2, 16.

[10] I Pedro, 1, 3.

[11] II Cor., 1, 3.

[12] Mt., 5, 45.

[13] 1 Juan, 5, 22.

[14] Juan, 5, 26.

[15] Juan, 6, 40.

[16] Juan, 6, 32.

[17] Mt., 6, 18.

[18] Mt., 6, 32.

[19] Mt., 6, 26.

[20] Mt., 10, 29.

[21] Mt., 11, 25.

[22] Juan, 4, 23.

[23] Ef., 3, 15.

[24] Ef., 4, 6.

[25] Sant. 1, 17.

[26] Sant., 1. 17. 

[27] Véase D. Gaspar Lefebvre: "Al Padre se dirigen en general todas las oraciones que se hacen en la Misa." Cuando se ruega en el altar dicen a una los Concilios de Hipona (393), y de Cartago (397) la oración siempre debe ser dirigida al Padre. "En todo el misal romano sólo hay veintisiete oraciones dirigidas al Hijo y son casi todas posteriores al siglo XIII". Liturgia, c. 3, pág. 37.