sábado, 9 de diciembre de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XVI, 9

  9. Y abrasáronse los hombres de ardor grande y blasfemaron el Nombre de Dios, del que tiene la autoridad sobre las plagas estas y no se arrepintieron para darle gloria. 

Concordancias: 

ἐκαυματίσθησαν (abrasáronse): cfr. Mt. XIII, 6; Mc. IV, 6; Apoc. XVI, 8. Ver Apoc. VII, 16. 

ἄνθρωποι (hombres): cfr. Apoc. VIII, 11; IX, 4.6.10.15.18.20; XIII, 13; XIV, 4 (?); XVI, 2.8.18.21. Ver Apoc. VIII, 13. 

Καῦμα (ardor): cfr. Apoc. VII, 16 (Mártires del Anticristo). 

Ἐβλασφήμησαν (blasfemaron): cfr. Mt. XXVII, 39; Mc. III, 28-29; XV, 29; Lc. XII, 10; XXII, 65; XXIII, 39; II Ped. II, 10.12; Jud. I, 8.10; Apoc. XIII, 6; XVI, 11.21. 

νομά (nombre): cfr. Apoc. II, 3.13.17; III, 1.4-5.8.12; VI, 8; VIII, 11; IX, 11; XI, 13.18; XIII, 1.6.8.17; XIV, 1.11; XV, 2.4; XVII, 3.5.8; XIX, 12-13.16; XXI, 12.14; XXII, 4. 

ἐξουσίαν (autoridad): cfr. Apoc. II, 26; VI, 8; IX, 3.10.19; XI, 6; XII, 10; XIII, 2.4-5.7.12; XIV, 18; XVII, 12-13; XVIII, 1; XX, 6; XXII, 14. 

πληγὰς (plagas): cfr. Lc. X, 30; XII, 48; Apoc. IX, 18.20; XI, 6; XIII, 3.12.14; XV, 1.6; XV, 8; XVI, 21; XVIII, 4.8; XXI, 9; XXII, 18. 

Μετενόησαν (se arrepintieron): cfr. Mt. III, 2; IV, 17; XI, 20-21; XII, 41; Mc. I, 15; VI, 12; Lc. X, 13; XI, 32; XIII, 3.5; XV, 7.10; XVI, 30; XVII, 3-4; Hech. II, 38; III, 19; VIII, 22; XVII, 30; XXVI, 20; Apoc. II, 5.16.21-22; III, 3.19; IX, 20-21; XVI, 11. 

Δόξαν (gloria): cfr. Mt. XVI, 27; XIX, 28; XXIV, 30; XXV, 31; Mc. VIII, 38; X, 37; XIII, 26; Lc. IX, 26.31-32; XII, 27; XXI, 27; XXIV, 26; I, 14; XI, 40; XII, 41; XVII, 5.22.24; Hech. VII, 2.55; Col. III, 4; I Tes. II, 12; II Tes. I, 9; II, 14; Tit. II, 13; I Ped. I, 11; IV, 13; V, 1; Apoc. I, 6; IV, 9.11; V, 12-13; VII, 12; IX, 20; XI, 13; XIV, 7; XVIII, 1; XIX, 1.7; XXI, 11.23-24.26. Ver Apoc. XV, 4; XVIII, 7. 

Δοῦναι αὐτῷ δόξαν (darle gloria): cfr. Apoc. XI, 13; XIV, 7; XIX, 7. Ver también Jos. VII, 19; I Reg. VI, 5; Is. XLII, 12; Jer. XIII, 16; Lc. XVII, 18; Jn. IX, 24; Hech. XII, 23; Rom. IV, 20. 

 

Citas Bíblicas: 

Is. XXIV, 1-13: “He aquí que Jehová devastará la tierra, y la dejará desolada, trastornará la superficie de ella y dispersará sus habitantes. Y será del pueblo como del sacerdote, del siervo como de su amo, de la sierva como de su dueña, del comprador como del vendedor, del que presta como del que toma prestado, del acreedor como del deudor. La tierra será devastada y saqueada del todo, por cuanto Jehová así lo ha decretado. La tierra se consume de luto, el orbe se deshace y se marchita; desfallecen los magnates de la tierra. La tierra está profanada por sus habitantes; pues han traspasado las leyes y violado los mandamientos, han quebrantado la alianza eterna. Por eso la maldición devora la tierra, y son culpables sus moradores; por eso serán consumidos los habitantes de la tierra, y quedará solamente un corto número (de hombres). Llora el vino, languidece la cepa, gimen cuantos se alegraban de corazón. Ha cesado el júbilo del tamboril, se acabó la algazara de la gente alegre, ya no se oye más el alegre son de la cítara. No se bebe ya vino entre cantares, y las bebidas dulces son amargas para los bebedores. Devastada está la ciudad de la vanidad, cerrada toda casa, nadie puede entrar. Gritan por vino en las calles, ha desaparecido todo regocijo, desterrada está de la tierra la alegría. Lo que queda de la ciudad son escombros, y la puerta destruída, convertida en ruinas”. 

 

Comentario: 

La autoridad de que aquí se habla parece ser la que se alaba en XII, 10. 

Así como los mártires del Anticristo sufrieron hambre, sed, y las inclemencias del sol y del ardor (VII, 16), Dios los castigará de la misma manera. La segunda plaga cae sobre el mar, lo cual afecta tanto el tráfico como la alimentación; la tercera plaga los castiga con la sed; la cuarta con el ardor[1] del sol, el cual seguramente implicará una gran sequía que afectará a las plantas y animales; además, los vv. 10-11 dicen que los hombres sufrirán grandes dolores (πόνος), los cuales vuelven a aparecer en el cap. XXI, en donde Dios consuela a los que tienen parte en la primera resurrección diciéndoles que “no habrá más lamentación ni dolor (πόνος)”. 

Straubinger: “Pirot observa que estas plagas caen sobre todas las naciones de la gentilidad y es de notar que su apostasía contrasta con la conversión de Israel (véase XI, 13 y nota) como ya lo advirtió San Pablo a los Romanos (cfr. XI, 20.31 y notas). Tan claro anuncio hecho por Dios bastaría para argüir de falsos profetas a todos los creyentes en el progreso indefinido de la humanidad, que la halagan (cfr. II Tim. IV, 3) y la adormecen pronosticándole días mejores. Jesús mostró que así será hasta el fin (Lc. XVIII, 8; Mt. XXIV, 24-30). Cuando digan paz y seguridad vendrá la catástrofe (I Tes. V, 3). Cfr. XI, 15 y nota”. 

Esta falta de penitencia está relacionada con lo que se dice en XIV, 9-11 sobre los que adoran a la Bestia. 

Scío: “Lo mismo que acaeció a los egipcios, los cuales, al paso que Dios descargaba sobre ellos nuevas plagas y castigos, endurecían más y más sus corazones, acaecerá también a los réprobos al fin del mundo. Estos, lejos de aprovecharse de los avisos con que Dios por medio de estas plagas los convidará a convertirse a su divina Majestad y a implorar su misericordia, se volverán como perros rabiosos contra Él y vomitarán execrables blasfemias contra su augusto Nombre”.


 [1] No es casualidad que el sustantivo καῦμα (ardor) aparezca sólo aquí y en VII, 16.