Hacia un adecuado tratado teológico De Ecclesia, por Mons. Fenton
Nota del Blog: El siguiente texto está traducido del American Ecclesiastical Review 133 (1955), pág. 258–274.
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La teología escolástica, tal como la conocemos, está dividida en una serie de tratados. El objetivo evidente de esta disposición es incluir en el ámbito de la teología escolástica todas las verdades contenidas en el depósito de la revelación pública divina. Y, si se quiere alcanzar este propósito de manera efectiva, entonces cada tratado individual o tractatus debe exponer todo el material divinamente revelado directamente, pertinente al tema de ese tratado. En otras palabras, cada tratado de teología escolástica debe exponer todo lo que el magisterio católico enseña como doctrina divinamente revelada sobre el tema tratado. Se pretende presentar este material precisamente como ha sido y es enseñado por la ecclesia docens.
Así pues, en un tratado de teología escolástica adecuadamente formado, debería haber una exposición de cada verdad que la Iglesia presenta como formalmente revelada y que se refiere directa e inmediatamente al tema del propio tractatus. Además, en un tratado adecuadamente organizado, estarían contenidas todas las explicaciones autoritativas que el magisterio ha dado sobre estas verdades formalmente reveladas, ya sea que tales explicaciones se presenten como de fide, como doctrinalmente ciertas, o como doctrina catholica.
El trabajo propio de la sagrada teología comienza con este conjunto de verdades. Buscando una penetración intelectual de la enseñanza que los católicos aceptan con el asentimiento de fe divina, el trabajo de la ciencia teológica se ve muy obstaculizada si, en cualquier tratado individual, no se consideran algunos elementos del mensaje sobrenaturalmente revelado por Dios sobre el tema de ese tratado. Siempre existe el peligro de que esa falta de información conduzca a una inexactitud en la comprensión y explicación de parte del teólogo de lo que Dios enseña realmente en y a través de su Iglesia sobre el tema del que se ocupa el tratado. La inexactitud de la comprensión intelectual y de la explicación de la verdad divinamente revelada constituye un fracaso en el campo de la sagrada teología.
En el estado actual de la teología escolástica es bastante obvio que el tratado De ecclesia Christi no contiene todo el material que debería. Para cualquier persona que conozca los libros del Nuevo Testamento, es dolorosamente evidente que hay varias verdades sobre la Iglesia que están claramente expuestas en estos escritos inspirados y que no son tratadas adecuadamente en el tratado sobre la Iglesia tal como está organizado en el manual promedio de teología dogmática fundamental. Como ejemplos muy evidentes, podemos tomar dos afirmaciones de Nuestro Señor sobre sus discípulos, los miembros de su ecclesia. Una de ellas se refiere al amor mutuo que debe haber en todos los miembros de la Iglesia.
“En esto -dijo Nuestro Señor- reconocerán todos que sois discípulos míos, si tenéis amor unos para otros” (Jn. XIII, 35).
La otra tiene que ver con la reacción que, según Nuestro Señor, sus fieles discípulos pueden esperar del mundo que los rodea.
“Estas cosas os mando, para que os améis unos a otros. Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como vosotros no sois del mundo —porque Yo os he entresacado del mundo— el mundo os odia. Acordaos de esta palabra que os dije: No es el siervo más grande que su Señor. Si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros; si observaron mi palabra, observarán también la vuestra. Pero os harán todo esto a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió” (Jn. XV, 17-21).
De nuevo, si miramos los documentos del magisterio católico, encontramos varias verdades sobre la Iglesia que no se presentan ni de cerca en forma adecuada en los tratados sobre la Iglesia en los manuales contemporáneos de teología dogmática fundamental. Un gran ejemplo de esto se encuentra en la verdad que se afirma en las frases iniciales de la encíclica Humanum genus del Papa León XIII:
“El
linaje humano, después que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor
desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó
dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente
por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y
a la verdad. El uno es el reino de Dios sobre la tierra, es decir, la verdadera
Iglesia de Jesucristo, a la cual quien quisiere estar adherido de corazón y
según conviene para la salvación, necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo
con todo su entendimiento y toda su voluntad; el otro es el reino de Satanás,
bajo cuyo imperio y potestad se encuentran todos los que, siguiendo los funestos
ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, rehúsan obedecer a la
ley divina y eterna, y obran sin cesar o como si Dios no existiera o
positivamente contra Dios.
Agudamente conoció y describió Agustín estos dos reinos a modo de dos ciudades contrarias en sus leyes y deseos, compendiando con sutil brevedad la causa eficiente de una y otra en estas palabras: Dos amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial. En el decurso de los siglos, las dos ciudades han luchado, la una contra la otra, con armas tan distintas como los métodos, aunque no siempre con igual ímpetu y ardor”.
Verdades como éstas
forman clara y esencialmente una parte importantes de la doctrina católica
sobre la Iglesia. Aquel que conoce algunas de las enseñanzas reveladas sobre la
Iglesia católica, pero desconoce estas doctrinas dadas por Dios sobre ella,
tiene un concepto esencialmente inadecuado de la ecclesia. Y si, como
resultado de una enseñanza descuidada, llega a aceptar como verdaderas ciertas
suposiciones incompatibles con las doctrinas que en realidad forman parte del
depósito de la verdad revelada de la Iglesia, pero que no están consideradas de
manera suficientemente adecuada y explícita en los tratados escolásticos de
ecclesia, habrá caído en un grave error sobre la Iglesia.