7) Con esta descripción en mente nos será un poco más
fácil identificar otros ejemplos del uso del cielo como Trono de Dios en el
Apocalipsis:
Apoc. VIII,
1: “Y cuando abrió el
sello, el séptimo, se hizo silencio en el cielo como media hora”.
Apoc. IX, 1: “Y el quinto ángel trompeteó y vi una
estrella del cielo caída a la tierra y se le dio la llave del pozo del
abismo”.
Apoc. X, 1-8:
“Y vi otro ángel fuerte descendiendo
del cielo, vestido con una nube y el iris sobre su cabeza y su rostro como
el sol y sus piernas (lit. sus pies) como columnas de fuego. Y teniendo en su mano un librito abierto; y puso su
pie, el derecho, sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra; y clamó con voz
grande, como león que ruge y cuando clamó hablaron los siete truenos sus voces.
Y cuando hablaron los siete truenos, iba a escribir y oí una voz del cielo diciendo:
“Sella lo que hablaron los siete truenos y no lo escribas”. Y el ángel que vi
estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano, la diestra, al
cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el
cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que
hay en él -: "Tiempo ya no habrá", sino que en los días de la voz del
séptimo ángel, cuando vaya a trompetear, también se consumó el misterio de Dios
como evangelizó a sus siervos los profetas. Y la voz que oí del cielo, (la
oí) de nuevo hablando conmigo y diciendo: “Ve, toma el libro, el abierto, (que está) en la mano del ángel, el que
está de pie sobre el mar y sobre la tierra”.
Apoc. XI, 12-13:
“Y oyeron una voz grande, desde el cielo
diciéndoles: “Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube y los
contemplaron sus enemigos. Y en la hora aquella hubo un terremoto grande y el
décimo de la ciudad cayó y muertos fueron, en el terremoto, nombres de hombres
millares siete y los restantes quedaron despavoridos y dieron gloria al Dios
del cielo”.
Apoc. XI, 15:
“Y el séptimo ángel trompeteó y se hicieron voces
grandes en el cielo, diciendo: “Se hizo el reino del mundo de nuestro Señor
y de su Cristo y reinará por los siglos de los siglos”.
Apoc. XIII, 6:
“Y abrió su boca para blasfemias contra Dios, para blasfemar su Nombre y su
Tabernáculo: los que en el cielo tienden sus tabernáculos”.
Apoc. XIV, 2:
“Y oí una voz del cielo como voz de aguas muchas y como voz de un trueno grande; y la voz que oí
(era) como de citaristas citarizando
con sus cítaras”.
Apoc. XIV, 13:
“Y oí una voz del cielo diciendo: “Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que en
Señor mueren, desde ahora!”. “Sí, dice el Espíritu: que descansen de sus
trabajos; en efecto, sus obras les siguen”.
Apoc. XV, 1:
“Y vi otro signo en el cielo, grande y sorprendente: ángeles siete
teniendo plagas siete, las postreras, porque en ellas se consumó el furor de
Dios”.
Apoc. XVIII, 1.4-5:
“Después
de esto vi otro ángel descendiendo del cielo, teniendo autoridad grande
y la tierra se iluminó con su gloria… Y
oí otra voz del cielo que decía: “Salid, pueblo mío, de ella para que no
participes de sus pecados y de sus plagas no recibas”. Pues se han
conglutinado sus pecados hasta el cielo, y ha recordado Dios sus
iniquidades”.
Apoc. XIX, 1:
“Después de esto oí como voz
grande de multitud copiosa en el cielo que decían: “¡Aleluya! La salud y
la gloria y el poder de nuestro Dios…”.
Apoc. XIX, 14:
“Y los ejércitos, los (que están) en el cielo, le seguían en
caballos blancos, vestidos de lino fino blanco, puro”.
Apoc. XX, 1:
“Y ví un ángel descendiendo del cielo, teniendo la llave del abismo y
una cadena grande sobre su mano”.
Apoc. XX, 9:
“Y subieron sobre la latitud de la tierra y cercaron el campamento de los santos
y la ciudad, la amada, y descendió fuego del cielo[1] y los devoró”.
Apoc. XXI, 1-2:
“Y vi cielo nuevo y tierra nueva; en efecto, el primer cielo y la
primera tierra se fueron y el mar no es ya. Y la ciudad, la santa Jerusalén
nueva, ví descendiendo del cielo desde de Dios, preparada como esposa
adornada para su esposo”.
Apoc. XXI, 10-11a:
“Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad, la
santa Jerusalén, descendiendo del cielo desde Dios, teniendo la Gloria
de Dios”.
8) El resto de los textos muestra, por el contrario,
otro significado del término cielo
que no puede coincidir con el que acabamos de ver y que llamaremos Cielo-Firmamento,
es decir, aquel que contemplan diariamente nuestros ojos.
Apoc. IV, 1-2: “Después
de esto ví y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la voz, la
primera, que oí como de trompeta hablando conmigo, diciendo: “Sube aquí y te
mostraré lo que debe suceder después de esto”. Inmediatamente fui en espíritu y he aquí un trono puesto en el cielo y
sobre el trono uno sentado.
Apoc. VI, 13-14:
“Y las estrellas del cielo cayeron a la
tierra, como una higuera arroja sus brevas, por un viento grande sacudida. Y el
cielo fue retirado como un libro que se arrolla y todo monte e isla de sus
lugares se movieron.
Apoc. XI, 6:
“Estos tienen la autoridad de cerrar el cielo
para que lluvia no llueva los días de su profecía y autoridad tienen sobre las
aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga cuantas
veces quisieren”.
Apoc. XIX, 11:
“Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sentado sobre él
llamado “Fiel y Verdadero” y con justicia juzga y guerrea”.
Según estos pasajes, en el Cielo-Firmamento hay al
menos una puerta y puede ser abierta, pero esta apertura no es nada nuevo para
nosotros puesto que sabemos que ya sucedió en el Bautismo de Nuestro Señor (Mt.
III, 16 y conc.) y lo atestiguaron también San Esteban ante el Sanedrín (Hech.
VII, 56) y San Pedro en una visión (Hech. X, 11).
Apoc. XIII, 13:
“Y hace signos grandes de forma tal que incluso fuego hace del cielo
descender a la tierra delante de los hombres”.
Apoc. XX, 11:
“Y vi un trono grande, blanco y al sentado sobre él, de cuyo rostro huyó
la tierra y el cielo y lugar no se halló para ellos”.
Apoc. XXI, 1-2:
“Y vi cielo nuevo y tierra nueva; en efecto, el primer cielo y la
primera tierra se fueron y el mar no es ya. Y la ciudad, la santa Jerusalén
nueva, ví descendiendo del cielo desde de Dios, preparada como esposa adornada
para su esposo”.
[1] Ver Apoc.
VIII, 5.7-8; XI, 5; XIV, 18; XV, 2.