Hemos apuntado la analogía entre la función de
Cainán en estas genealogías y la de Ticio, Cayo o Sempronio en los casos jurídicos
y morales y esto nos lleva a estudiar, si quiera brevemente, la morfología de ese
nombre singular, por si tiene acaso algo que ver su significado con la función propuesta;
y desde luego podemos adelantar que aun en esto es singular, pues ni es simple
como Adán, Set, Enós, etc., ni compuesto como Malaleel Matuselah sino derivado
de nombre conocido, el único nombre derivado de la larga lista.
El
nombre de Cainán, contraído Kénán, consta del nombre sustantivo Cain y el sufijo -an.
Cain,
pronunciado vulgarmente Caín, es el nombre del primogénito de Adán y Eva. Como
interpretación de ese nombre están las palabras de la madre: “he adquirido (qaniti) —ganado o procreado— un hijo con
la ayuda de Dios” (Gen. IV,1). El verbo semítico qaná equivale así al gené
del indo-europeo, de donde el latín gigno, genus, gens, genius, natus (= gnatus),
alto alemán kind, etc. Caín, según su
nombre es, pues, un hijo, un kind de
Adán y Eva, ni más ni menos que su hermano Abel, cuyo nombre así mismo
significa hijo. Ambos nombres se explican perfectamente por el asirio.
El
sufijo -an es uno de los sufijos
primitivos, a juzgar por lo extendido que se halla en lenguas las más distantes
en el espacio y en el tiempo, desde la antiquísima lengua drávida, donde lo ha
reconocido el P. Heras, hasta el latín y lenguas neolatinas. Expresa relación
de procedencia o de pertenencia: Román (de Roma), Gaitán (de Gaeta), Froilán (de Fruela), etc., etc.
La misma forma se halla en el hebreo. Así tenemos Arán (de har “monte”) Montano, nombre del hermano de Abraham (Gen. XI, 26),
Enan (de 'ain “fuente”) Fontán (Num. I,
15), Zetan (de zait “aceituno”)
Oliverio (I Cron. VII, 10), Zimran (de zemer
“caprea”) Capreolo (Gen. XXV, 2), Yitran (de yeter, “sobra”) Abundio (Gen. XXXVI, 26), Salman (de selem “paz") Pacífico (Os. X, 14).
Y con mimación, que no altera el significado: Malkham (de melekh “rey”) Basilio (I Cron. VIII, 9), Pir'am (de pere´ “asno salvaje”) Onagrio (Jos. X, 3),
para no citar más que unos cuantos nombres propios.
Entre estos nombres propios hay bastantes que se
presentan en las dos formas, la primitiva y la derivada, por el estilo de los
nombres latinos Ticio Ticiano, Julio Juliano, Félix Feliciano. Y así tenemos en
hebreo Lot y Lotan (Gen. XXXVI, 20), On (Num. XVI, 1) y Unan (Gen. XXXVIII, 4)
u Onam (Gen. XXXXVI, 23), Er (Gen. XXXVIII, 3) y Eran (Num. XXVI, 36), Cus y
Cusan (Jud. III, 8; Hab. III, 7) y aun Husam (Gen. XXXVI, 34), Nasam (I Cron. IV,
15) y Na'aman, Oren (I Cron. II, 25) y Ornan (II Cron. III, 1), Bela' (Gen. XXXVI,
32) y Bil'am, el célebre Balaám. Y de esa misma hechura son Cain y Cainan.
Omito, por no alargar, otros detalles, como el poner
ejemplos de nombres con el sufijo en -on
u om, sucedáneos de -an y -am.
Basten, como muestra, los binomios: Melkhom // Melkham, Gersom // Gerson, Nahas
// Nahason.
La
conclusión que de estas elucubraciones morfológicas se desprende es que así
como Cain significa el hijo, así Cainán significa el nieto, hijo de hijo,
descendiente en general, y a tenor del significado del nombre, Cainán no sería
un individuo determinado, hijo de Enós o de Arfaxad, sino un descendiente suyo
cualquiera, innominado, un peloni álmoni
(signatus et non nominatus), que se dirá en el hebreo posterior (Rut IV, 1), un
fulano que decimos nosotros, homo quidam,
ὁ δεῖνα.
Así,
pues, Enós o bien Arfaxad, teniendo tantos años de edad, engendró a un fulano,
y éste, sin más determinación de fecha, engendró a su vez a Malaleel y a Selah,
respectivamente, el cual lo mismo pudiera ser hijo que nieto, biznieto,
tataranieto, decinieto o centinieto del dicho fulano, Ticio, Cayo o Cainán.
Si
se quiere no obstante considerar el nombre de Cainán, no como un nombre
representativo, sino como el nombre propio del hijo de Enós o de Arfaxad, no
hay mayor inconveniente en ello, siempre que se le despoje de lo que no es
suyo, y que tiene de prestado, esto es su atuendo cronológico de tantos años +
tantos = tantos años de vida.
***
Según esta exposición, cada una de las dos tablas
genealógicas consta de dos retazos discontinuos, con las comisuras harto flojas
en Cainán. Mas como el segundo retazo de la primera tabla se une sin solución
de continuidad con el primero de la segunda, de las dos genealogías gemelas
fórmanse tres islotes histórico-cronológicos con sus cimas respectivas, que son
Adán, Noé y Abraham.
Como
ascendencia de Adán están todos los grados de la creación, que en él se
concentran y subliman; de su descendencia hácese memoria hasta la tercera
generación. En la ascendencia de Noé, el hombre del Diluvio, recuérdase hasta
el quinto grado, que es Malaleel; de su descendencia hácese memoria hasta la
tercera generación lo mismo que en la de Adán, señalada, en ambos con el nombre
de Cainán. De la ascendencia de Abraham llégase a recordar hasta el séptimo
grado, que es Selah; su descendencia continúa todavía desde hace unos cuatro
mil años.
Y aquí una observación interesante, cuya importancia
no escapará a ninguno: la prevalencia manifiesta que en estas memorias genesíacas
tiene la ascendencia de esos tres grandes hombres sobre su descendencia, supone
a todo mi entender que ellos fueron los principales archivos de tales memorias
antiquísimas.
Prosigamos.
Con
lo dicho se comprende toda la transcendencia de las dos genealogías que venimos
estudiando, pues son el puente tendido por el historiador sagrado, entre el
primero y el segundo islote la primera, y entre el segundo y el tercero la
segunda. Y comparadas las generaciones a los arcos, no se conocen ni se nombran
más que los primeros y los últimos de cada puente. En representación de los
arcos preteridos, a un punto dado de entrambas genealogías, pónese el nombre de
Cainán.
La
estructura de las dos tablas genealógicas, obra del redactor del Pentateuco,
es, pues, algo estudiadamente artificioso; y si bajo este aspecto las
genealogías son muy útiles para darnos una idea esquemática de la historia
antigua, son menos a propósito para la cronología, por no poderse entroncar los
1.340 años del primer bloque (el de Adán) y los 1.955 del segundo (el de Noé)
con la serie cronológica universal. El tercer bloque histórico-cronológico (el
de Abrahám) ya entronca o puede entroncar con la universal cronología; y
poniendo el nacimiento de Abraham hacia el 2000 a.C., en el 130 de su padre
Terah, ascendemos con su séptimo ascendiente hasta el 2865 antes de la humana
redención, que es aproximadamente el comienzo del imperio chino.
Las dinastías mesopotámicas, contando las 20 que
precedieron a la primera dinastía Babilónica que es la de Hammurabi, contemporáneo
de Abraham, remontarse a unos 3.300 años a.C., con la primera dinastía de Uruk,
primera que se presenta con algunos visos de historicidad[1]. Del nombre de su fundador
Enmekar, perdido el alef prostético,
se originó a todo mi parecer el nombre del célebre Nemrod, hijo de Cus, “el que
comenzó a hacerse poderoso en la tierra” (Gen. X, 8), y cuyo tercer sucesor es
el no menos célebre Ghilgames. Nemrod-Enmekar vivió según esto a unos 53 siglos
de nosotros. Es una lumbrarada de luz histórica, que recoge la tradición
bíblica y la babilónica.
Más cortas quizá se quedan las dinastías egipcias,
si nos limitamos a las llamadas dinastías históricas, comenzando por Menes de
This. Mas a las 30 dinastías históricas habría que anteponer, al menos, cuatro
dinastías más, que según el Cronicón de Eusebio son, una de semidioses en 1.255
años, otra de reyes en 1.817, una tercera de 30 reyes menfitas en 1.790, y una
cuarta de 10 reyes thinitas en 350 años; los cuales, juntos, cubren un lapso de
tiempo de 5.219 años, con lo cual se asciende a buena altura en la cronología
del Egipto predinástico.
Más allá de estas fechas, el caos histórico y
cronológico que la tradición profana intenta llenar con leyendas varias y la
tradición bíblica llena con una sola palabra, Cainán, discretamente entreverada
por dos veces en la serie cronológica.
[1] Podrá parecer muy baja la cifra de 3.000 años a.C. para el comienzo de la
primera dinastía de Uruk, pero en un estudio personal del Prisma de Oxford y
otros documentos paralelos, creemos haber llegado a averiguar que las tres dinastías
de Kis, de la II a la IV, son rigurosamente sincrónicas a las restantes 10
dinastías desde la I de Uruk (din. I) hasta la III de ídem (din. XIII), y ya
sólo con esto se eliminan cerca de 3.800 años en la cuenta de las dinastías mesopotámicas.
Estamos dispuestos a exhibir la prueba.