jueves, 11 de mayo de 2017

El que ha de Volver, por M. Chasles. Apéndice II, El Reino Milenario (I de III)

II

EL REINO MILENARIO

Leamos primeramente el texto del Apocalipsis:

"Y ví un ángel descendiendo del cielo, teniendo la llave del abismo y una cadena grande sobre su mano. Y se apoderó del Dragón, de la serpiente, la antigua, que es Diablo (Calumniador) y el Satanás (Adversario) y lo ató por mil años y lo arrojó en el abismo y cerró y selló sobre él para que no engañase más a las naciones, hasta que se hayan consumado los mil años; después de esto debe ser liberado poco tiempo. Y ví tronos y se sentaron sobre ellos y juicio se les dio, y (vi) las almas de los que habían sido decapitados a causa de “el Testimonio de Jesús” y a causa de “la Palabra de Dios”, y los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen y no recibieron la marca sobre la frente y sobre la diestra de ellos; y vivieron y reinaron con el Cristo mil años. Los restantes de los muertos no vivieron hasta que se hayan consumaron los mil años. Esta (es) la resurrección, la primera. ¡Bienaventurado y Santo el que tiene parte en la resurrección, la primera! Sobre estos la segunda muerte no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él los mil años” (Apoc. XX, 1-6).

De esta página del Apocalipsis se derivan tres hechos extremadamente claros: un encadenamiento de Satanás que durará mil años. Una resurrección llamada la primera para los mártires y los confesores que durante su vida no recibieron la marca de la bestia (los impíos sólo resucitarán después). Un Reino de mil años con Cristo en los cuales los resucitados son sacerdotes y reyes (V, 10 habla de un reino sobre la tierra).

Los hechos están expuestos con claridad. Sin embargo, a causa de los misterios que los envuelven, muchos comentadores no han titubeado en declarar que estos hechos se han realizado espiritualmente. Según ellos Satanás está encadenado; nosotros los cristianos somos los resucitados de la primera resurrección, por el bautismo; y la Iglesia reina, libertada de Satanás en paz y justicia perfectas.

Ensayemos, con imparcialidad, exponer las dos opiniones, la de la Iglesia primitiva hasta el siglo V, y la de la exégesis que ha dominado después.

La palabra "milenio" empleada muy comúnmente es un término latino que quiere decir "mil años". Seis veces nos habla el Apocalipsis del reino de Jesucristo que debe durar mil años, antes del reino de los siglos y los siglos. Puede ser que la cifra mil años sea aproximativa solamente.

El Talmud enseñaba que habría un período de justicia y de paz sobre el mundo cuando fuesen libertados los judíos y que reunidos en la Palestina el Mesías reinaría sobre ellos.


Sin necesidad de recurrir al Talmud, no tenemos sino que leer los Profetas del Antiguo Testamento para encontrar en ellos la certidumbre de un reino mesiánico en Jerusalén. Casi todos anuncian de un modo análogo la restauración de Israel con el Cristo por Rey y fueron esos textos proféticos los que indujeron al error a los judíos cuando la primera venida, porque esperaban en el Mesías al Rey que debía traer la justicia y la paz y dar a la humanidad esa felicidad por la cual suspiraba.

Estos textos no están prescritos.

¿Se realizarán a la letra?

Esta opinión era la de los antiguos Padres de la Iglesia, de San Justino, de San Ireneo, de Tertuliano.

San Justino que vivió en el siglo II escribía al judío Trifón:

"Para mí, para los cristianos de ortodoxia integral sabemos que llegará la resurrección de la carne, y que acontecerán mil años en una Jerusalén reconstruida, decorada y agrandada como lo afirman los profetas Ezequiel, Isaías y otros"[1].

Sin embargo, ciertas concepciones groseras y materialistas se deslizaron en esta creencia. Papías de Hierápolis decía que la fertilidad de la tierra sería tal que las parras darían racimos de dos mil granos. Estas exageraciones absolutamente condenables[2] debieron excitar reacciones violentas; algunos llegaron hasta a negar la autenticidad del Evangelio de San Juan y su Apocalipsis para refutar todo concepto milenarista.

Pero esta idea no había muerto. San Agustín y su maestro San Ambrosio fueron fervientes defensores del reino milenario. San Agustín abandonó más tarde, sin embargo, su opinión y explicaremos por qué.

Según su pensamiento primitivo, dividía la vida de la humanidad en milenios, comparados con los días de la creación, conforme lo expresa el Salmo XC, en el cual se dice que, para Dios, mil años son como un día. La vuelta de Cristo marcaba pues el fin del sexto milenio

"Y cuando el sexto milenio haya transcurrido, escribe San Agustín, cuando haya sido hecha la gran separación de los malos y los buenos (de los malos y los buenos de los cuales ha hablado anteriormente) vendrá el reposo y el Sábado misterioso de los santos y justos de Dios (es decir los mil años apocalípticos). En seguida, del séptimo día, cuando hayamos contemplado en el aire esa hermosa cosecha, la gloria y los méritos de los Santos, entraremos en esa vida y en esa paz de la cual se ha dicho que ojo no ha visto, ni oído ha escuchado, ni el corazón del hombre ha subido hacia lo que Dios tiene preparado a los que, le aman"[3].

 Por lo tanto, San Agustín consideraba antes de la bienaventuranza suprema u octavo día, un sábado o reposo maravilloso del Cristo y de sus Santos: el séptimo milenio. Debía ser el Edén reconstruida donde reinaría Cristo y sus santos. La imagen bíblica del lobo y el cordero viviendo juntos ¿no nos permitirían evocar el florecimiento de ese reino de justicia y paz? (Is. II, 6-8).




[1] Justino: “Diálogo con Trifón”, cap. 80.

[2] Nota del Blog: Yerra aquí la autora y de tal manera que no es posible dejarlo pasar, por las siguientes razones:

a) Estas palabras no las trae solo san Papías sino también San Ireneo (Adv. Haer. L. V, c. 30, 4).

b) Ninguno de los dos santos traen estas palabras como propias, sino que hacen de testigos: ambos las habían escuchado, ora del mismo San Juan, como parece ser el caso de Papías, ora de discípulos inmediatos, como San Ireneo que parece las oyó de San Policarpo y otros Presbíteros.

c) El texto de Papías citado por Ireneo tiene todos los visos de ser hiperbólico y metafórico, como se puede ver por el uso constante del número diez mil y por el hecho que los racimos hablan.

d) Sin embargo, detrás de la metáfora se esconde una realidad, ya profetizada desde el A.T. y es la abundancia de la tierra durante el Milenio.

e) Por último, y no menos importante, “aunque la narración se tome en sentido literal y propio, en absoluto en ella se contiene propiamente palabras carnales, ni indignas de la santidad de Dios ni de la pureza de los santos. En ella no se proponen comidas inmoderadas ni deseos insanos, sino solamente se describe, con una cierta hipérbole y gran exageración, la fertilidad y fecundidad de la tierra, que es don de Dios”. Rovira Juan, S.J., “El Reino de Cristo Consumado en la tierra”, vol. 1, pag. 63-64; 2016, Barcelona, Ed. Balmes. Preciosa obra sobre la cual esperamos hacer alguna reseña o crítica en algún momento y que se puede adquirir AQUI.

[3] San Agustín. Sermón 256 pár. 2. Ver AQUI.