I. EL ADVIENTO.
1. Cuando se recorre aunque sea rápidamente la parte consagrada al Adviento
en el breviario y en el misal, (y este es un trabajo elemental para cualquiera
que quiera hablar o escribir sobre el Adviento) se debe reconocer que no es el nacimiento de Cristo según la carne lo
que más se celebra sino más bien su venida gloriosa al fin de los tiempos.
He aquí el primer
responso de la primera lección del primer Domingo de Adviento:
"Mirando desde lejos, he aquí que veo acercarse el poder de Dios y la niebla
qué cubre toda la tierra. Salid a su encuentro y decid: Anunciadnos si Vos
mismo sois el que habéis de reinar sobre el pueblo de Israel. Moradores del
orbe, hijos de los hombres ricos y pobres. Salid a su encuentro y decid: Atendednos
vos que regís a Israel, Vos que conducís a José como a una oveja. Anunciadnos
si sois Vos mismo el que habéis de reinar en el pueblo de Israel. Alzad
príncipes vuestras puertas y vosotros elevaos puertas eternas y hará su entrada
el rey de la gloria".
A este responso corresponde el de la segunda lección:
"Miraba en la visión de la noche y he aquí que en
las nubes del cielo venía el Hijo del Hombre, y le fue dado el reino y el
honor. Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán. Su poderío es poderío
eterno el cual no le será arrebatado. Y todos los pueblos, tribus y lenguas le
servirán".
El miércoles de
la segunda semana de Adviento tenemos como responso de la tercera lección:
"He aquí
que el Señor vendrá descendiendo con resplandor y su poder le acompañará; para
visitar a su pueblo en la paz y establecer sobre él la vida eterna. He aquí que
el Señor nuestro vendrá con poderío. Para visitar a su pueblo en la paz y
establecer sobre él la vida eterna".
El tercer
Domingo de Adviento el responso de la tercera lección es como sigue:
"He aquí que
el Señor aparecerá sobre una nube resplandeciente, y con El millares de santos,
y llevará escrito en su vestido y en su Muslo: Rey de rayes y Señor de los que
dominan. Se mostrará por fin y no nos engañará; si tardare espérale ya que
vendrá; y con El millares de santos, y llevará escrito en su vestido y en su
muslo: Rey de reyes y Señor de los que dominan".
A esto viene a agregarse las alusiones al juez
soberano de la tierra, en los himnos
de Adviento:
"He aquí
al Cristo que viene de las alturas celestes… A fin de que a su retorno fulgente,
cuando el temor extinguirá al mundo, el Señor no tenga que castigar nuestras
faltas sino que su piedad nos proteja".
"Nosotros
os suplicamos, Santo Juez, soberano del mundo, que debéis venir…".
"A fin de que en aquel día, en que desde lo
alto de su tribunal el Juez condenará a los culpables a las llamas y con voz
amiga convidará a los buenos al cielo… ".
Estas citas nos
muestran que el primer Domingo de Adviento, en el cual la Epístola y el Evangelio
tratan amplia y explícitamente del advenimiento de Cristo en el último día, no
es único en su género. El no hace más que expresar la idea fundamental de este
período litúrgico. Una simple mirada sobre el breviario y el misal permite darse cuenta
cuán fácil sería prolongar las citas de la serie de textos que tratan de la
Parusía del Señor. De pasada señalo
igualmente el carácter nítidamente escatológico de esta oración que aparece
muchas veces:
"Que el
Señor que tiene su trono sobre los Querubines nos muestre su faz".
A esto añade también el hecho de que el Adviento de Cristo, tal como nos lo
presenta la liturgia de Adviento, no
tiene ningún carácter de pequeñez, de rebajamiento. Se trata claramente de una
manifestación de gloria y de poder. Tomo algunos textos al azar:
"He aquí
que el Señor vendrá y sus Santos con El. En aquel día habrá una gran luz en
El".
"El Cristo
nuestro Rey vendrá. Aquel que Juan ha designado como el Cordero que debe
venir. Delante de Él los reyes cerrarán la boca. Es a Él a quien las naciones
dirigirán sus oraciones".
"He aquí que el
Señor vendrá con potencia e iluminará los ojos de sus servidores".
"He aquí que vendrá
el Señor nuestro protector, el santo de Israel, llevando sobre la cabeza la corona real. Y El dominará de un mar a otro
y del río hasta las extremidades de la tierra".
Se podría objetar a esto que la liturgia habla a pesar
de todo del nacimiento de Cristo y de su infancia. Y sin embargo, si se mira
más de cerca, quedaremos fuertemente sorprendidos. Aún materialmente el número
de pasajes que conciernen a este tema es por así decirlo insignificante frente
al conjunto de textos que tratan de la potencia y grandeza del Rey que vendrá.
Tanto es así, que entre
los 108 responsos de Adviento que corresponden al breviario romano, 17
solamente hablan bajo una u otra forma del Nacimiento de Cristo en términos
sacados, sea del antiguo, sea del Nuevo Testamento.
En el misal,
tales textos son verdaderamente la excepción. Encontramos que solamente el Ofertorio y la
Comunión del 4 Domingo de Adviento; la 2a lección, el Evangelio, la Comunión
del miércoles de 4 témporas y asimismo el Evangelio del viernes de las 4
témporas, tratan de un episodio relativo al Nacimiento de Cristo (la Visitación).
Después de esto sólo queda por mencionar el Evangelio
de la vigilia de Navidad. He aquí los únicos pasajes que tienen por objeto el
nacimiento de Cristo según la carne. Todos los otros conciernen al soberano dominador
que debe venir y a su reino; igualmente se pueden contar entre ellos las perícopas
sobre el Bautista.
Además hay que
señalar que aún en los textos que tratan del "Niño" se hace siempre
mención de su gloria futura.
"El Señor le dará el trono de David su Padre y
reinará sobre la casa de Jacob eternamente".
"Será llamado Hijo del Altísimo". "Y se
le dará por nombre Admirable, Dios, Fuerte, El tomará posesión del trono de
David y reinará sobre su reino eternamente".
Aún cuando "El que ha de venir" aparece bajo
otros títulos, estos son siempre atributos de gloria y soberanía. Y cuando se
habla del Cordero de Dios es siempre en el sentido apocalíptico, es decir, escatológicamente.
He citado ya más arriba un texto de ese género. A ese añado estos:
"Enviad, Señor, el Cordero dominador de la
tierra, de la piedra del desierto a la montaña de la hija de Sión. Ante
nosotros y para nosotros avanza el Cordero sin mancha, creado pontífice según
el orden de Melquisedec por la eternidad y los siglos. Es Él, el rey de
justicia, cuya presencia no tiene fin".
En consecuencia, aún los textos que conciernen a la
maternidad, al nacimiento, la infancia o aún al Cordero de Dios no proponen a
nuestra piedad un hecho aislado. Tienen también un carácter escatológico, no
solamente por su conexión con el conjunto de Adviento, sino también por las
fórmulas mediante las cuales nos son presentados.
En el segundo
nocturno del primer Domingo de Adviento, el breviario nos pone ante la vista un
texto de San León que puede aplicarse a todo el período de Adviento y que nos
da la forma en que debemos celebrarlo aún en nuestros días.
"Cuando instruía
a sus apóstoles respecto del reino de Dios y del fin del mundo y de los
tiempos, cuando enseñaba a toda la Iglesia en la persona de sus apóstoles, el Señor
dijo: Ciertamente amados míos tenemos conciencia que ese precepto nos con-viene
más especialmente pues no podemos dudar que el día de que se habla, aunque
oculto, está próximo… Conviene, pues, que todo hombre se prepare al
advenimiento del Señor…".
Para la Iglesia,
el advenimiento del Señor es el "Evangelio" por excelencia, es, en
realidad, "la buena nueva". En efecto, la
Iglesia echa de menos vivamente al Señor;
por eso durante el Adviento se nos habla con tales transportes del advenimiento
de Cristo. Si
nuestra época, como lo hice notar en la introducción, considera el juicio final
con temor y temblor, a tal punto, que apenas ve en él carácter de "buena
nueva", San Gregorio el Grande
en la homilía del I Domingo de Adviento, indica su verdadero significado. Sin
duda exhorta a la vigilancia, a una preparación seria y habla de catástrofes
cósmicas, pero en seguida cita las palabras del Señor:
"Cuando estas cosas comiencen a suceder, levantaos
y alzad vuestras cabezas porque vuestra Redención se acerca".
Añade en seguida esta explicación:
"Es como si la Verdad eterna quisiera exhortar
a sus escogidos: cuando las desgracias del mundo se multipliquen, levantaos,
alzad vuestros corazones, pues cuando el mundo, del cual no sois amigos, llegue
a su fin, vuestra Redención, que habéis buscado, se acerca… Los que aman a Dios deben alegrarse y
regocijarse del fin del mundo. Encontraréis tanto más pronto a Aquél que amáis
cuanto más pronto desaparezca aquel a quien habéis negado vuestro amor. Un cristiano
que desea ver a Dios, no debe entristecerse del juicio que condena al mundo.
Aquel que no se regocija del fin del mundo que se acerca, prueba que es su
amigo y el enemigo de Dios… Entristecerse de la destrucción del mundo es propio
de aquel que ha dejado desarrollarse en su corazón las raíces de un amor al
mundo, de aquel que no busca la vida futura y que ni aún sospecha su realidad".