Rahab, La
Cortesana, Ascendiente de Cristo
Nota
del Blog: de vez en cuando uno tiene la feliz dicha de
leer verdaderas joyas exegéticas. Estudios sencillos, aunque profundos, que
causan un verdadero gozo espiritual e intelectual. El autor es un reconocido
judío converso que, a no dudarlo, maneja ciertos conocimientos no muy comunes
en la exégesis católica. Exégesis que bien podríamos llamar judía y que nos agrada particularmente.
El siguiente
estudio es obra, pues, de Alfred Frank-Duquesne
y fue publicado por la Revista Diálogo,
num 3 (Buenos Aires, 1955), pag. 19-35.
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Rahab, por G. Doré |
La genealogía de Jesucristo,
tal como la presenta San Mateo, amén de ser enigmática en su totalidad, plantea
varios enigmas particulares ¿Qué significa, por ejemplo, la mención, que en
ella se hace, de cuatro mujeres pecadoras entre los antepasados del Salvador?
¿Con qué derecho puede hallarse entre ellos Rahab, la prostituta? Para responder
adecuadamente a esta pregunta, hay que inspirarse en dos principios:
1°) La genealogía de San Mateo es para sus lectores primitivos, que no
han podido equivocarse en esto, un documento críptico, un mensaje lleno de alusiones
y de "signos", desde que el Evangelista se inspira en criptogramas
conocidos en Israel.
2) Tal como lo han demostrado irrefutablemente Strack y Billerbeck, y sobre todo Edersheim
y Vulliaud, no se puede descubrir en las palabras de Jesús ni en los escritos
apostólicos, lo referente a los orígenes étnicos, al tiempo, al ambiente y a la
formación juvenil, sino dentro de la perspectiva, no solamente del Antiguo
Testamento, sino también de la antigua literatura rabínica cuya problemática y
orientaciones proporcionan al pensamiento de Cristo su sustancia humana.
Quien intente, por ejemplo, estudiar comparativamente las dos genealogías del
Señor, la de Lucas y la de Mateo, deberá recurrir a los comentarios bíblicos
predominantes en el primer siglo de nuestra era.
Se sabe que el discípulo
preferido de Pablo se detiene en el pedigree
puramente humano del Salvador, mientras Mateo se interesa en la sucesión
dinástica por la línea de David. En tanto Lucas, de un trazo, remonta el curso
de las generaciones para ligar el nuevo Adán, Hijo del Hombre, al primero,
"hijo de Dios"; Mateo
esquematiza, suprime eslabones intermedios, y divide la ascendencia del Mesías
en tres grupos de 14 personajes cada uno: primero, desde Abraham hasta David;
después, del Rey-Profeta a la cautividad de Babilonia y, por fin, del Exilio a
la Encarnación. Y es que precisamente, el tratado (talmúdico) Tanchuma o Yelamdenu, comentario midrásquico[1]
del Pentateuco, afirma, interpretando
Génesis XXXIX, 13, que la gestación mesiánica en Israel comprende tres fases:
de Abraham a David, del Rey-Profeta a la Cautividad babilónica y del Exilio al
nacimiento del Mesías. Y cada uno de estos tres períodos representa, como en San
Mateo, catorce generaciones. En la misma colección —donde se hallan
asentadas, según una autoridad tal como la del Prof. Kahle[2], tradiciones verbales que remontan
al siglo III antes de nuestra era— un midrasch sobre Éxodo XII, 2 nos abre una perspectiva esquematizada también de un
modo semejante. Estos textos, y algunos
otros, atribuyen a las fluctuaciones de la grandeza hebraica el mismo ritmo que
a las metamorfosis lunares (una lunación dura 2 x 14 días, o sea 4 cuartos de
siete días). Y, en el pensamiento judío inmediatamente anterior a la
En-carnación, la preparación mesiánica del pueblo elegido se efectúa en tres
épocas de las que cada una se desarrolla en 14 generaciones; o sea 7 ascendentes
y 7 descendentes. En los dos "midraschim" mencionados más arriba,
este ciclo tiene tres períodos, cada uno de dos veces siete semanas. Pero el
conjunto mismo de estas 42 "semanas"[3]
forma una super-lunación, en la que la
Luna Nueva está figurada por Abraham, la luna llena por David, y el satélite
finalmente invisible por la aniquilación del imperio davídico bajo el reino de
Sedecías.